Viajar te abre la mente. Especialmente cuando viajas a otras culturas, a lugares diferentes a los acostumbrados, cuando abres los ojos a conocer aquello que visitas.

Viajar es una experiencia que hace muy difícil la intolerancia, el racismo, el sentimiento de superioridad, que ayuda a superar los miedos a lo desconocido…

Viajar enseña, a mi en este viaje me ha recordado que tenemos mucho más de lo que necesitamos. Que, a veces, de tanto tener nos perdemos disfrutar de lo que tenemos… en la búsqueda constante por tener más. Y es que nos han educado para llenar con cosas cualquier vacío que sentimos, cualquier carencia, cualquier dolor. Cuando nos sentimos mal se abren dos caminos ante nosotros, uno es estar presentes en ese dolor, conectar con nosotros y proporcionarnos el amor cuya falta provoca el vacío. Una segunda es distraernos para alejar ese dolor, con pensamientos controladores, adquiriendo cosas materiales, exigiendo más y más de eso que nunca llenará nuestro vacío.

Cabo Verde y en especial la visita al Monte Trigo, un pueblo entre montañas al que solo se puede acceder por mar (u horas de travesía) en la isla de Santo Antao, me ha recordado que el bienestar en la vida no depende de cuanto tienes, sino de como aprovechas lo que tienes. Me ha recordado que el bienestar consiste en disfrutar de las cosas sencillas, aquellas que normalmente tenemos más a mano y no solemos valorar, me ha recordado que las cosas importantes no se pueden comprar con dinero, me ha recordado que más allá de las circunstancias lo justo es estar agradecido por la abundancia que me rodea.

Eso no quiere decir que reniegue de las comodidades que nos ofrece el desarrollo y todo lo material que me rodea, simplemente es recordar que todo eso es prescindible y que como dice el dicho “invierte en aquello que un naufragio no te pueda arrebatar”.

Agradezco infinitamente tener mucho más de lo que necesito y mi compromiso y responsabilidad es disfrutarlo plenamente, poniendo siempre primero lo primero.

Antonio de Dios González